31-32 Cuaresma

Fichas nº 31-32

CUARESMA

TEMA DE LA FICHA: Vivir la cuaresma como un tiempo de conversión y preparación para la Pascua.

Fecha estimadaVer calendario

Ficha 31   

Oración dinámica: Déjense reconciliar con Dios

La dinámica consta de una introducción y oración, la lectura de “El plan del diablo”, una reflexión en silencio y una puesta en común.  La primera parte de este encuentro se debe realizar frente al sagrario. Es bueno cantar o pasar algunas canciones en medio. Preparen copias para cada chico de las partes indicadas. La guía la puede hacer ustedes catequistas o uno o dos de los chicos con quien se hayan reunido previamente para preparar bien este importante momento.

Frase para colocar cerca del sagrario: "Déjense reconciliar con Dios" (2Cor 5,20c.)

1. Introducción y oración inicial (frente al sagrario):

Leer: Dt. 32,10: "Lo encontró en una tierra reseca, en una soledad poblada de aullidos. Lo rodeó y lo cuidó, lo protegió como a las pupilas de sus ojos".

Guía: La cuaresma, como preparación para la Pascua, que es el acontecimiento fundante en la vida del cristiano, es un tiempo propicio para revisar nuestra vida, lo que solemos llamar "examen de conciencia". Lo más importante en un examen de conciencia, es una revisión de vida a la luz del Amor de Dios, no es "ir a buscar en los basureros del alma", sino ver el paso de Dios en mi vida, reconocer las gracias, los regalos que Dios me ha hecho y me hace y reconocer también mis resistencias al Amor del Padre manifestado en mi vida cotidiana. Y todo esto para  conocer mejor  que quiere Dios de mí, en mi vida, en lo que estoy haciendo. La pregunta sería ¿siento que busco la verdadera felicidad  a través de una relación  vital con Dios, conmigo mismo y con los demás? ¿Me hago cargo de lo que esto implica en mi vida cotidiana? Con esta convicción de fondo y con mucha alegría los invitamos a hacer este pequeño rato de oración, de encuentro con Jesús.

Canción: "Bienvenida tu misericordia" de Pablo Martínez


2. Lectura de “El plan del diablo”

Guía:

Satanás convocó una convención mundial de demonios. En su discurso de apertura dijo: "No podemos hacer que los cristianos dejen de ir a la Iglesia. No podemos evitar que lean sus Biblias y conozcan la verdad. No podemos evitar que formen una relación íntima con su Salvador. Una vez que establecen esa amistad con Jesús, nuestro poder sobre ellos se pierde."

"Así que déjenlos asistir a sus iglesias; déjenlos que tengan sus reuniones de infancia misionera, de confirmación, de alianza o de cualquier grupo que quieran, déjenlos que intenten rezar a la noche pero háganlos pensar que cansados no tiene sentido. Róbenles su tiempo, de manera que  no puedan crecer en su relación con Jesús y así considerarlo su amigo."

"Esto es lo que quiero que hagan:" -dijo el diablo- "¡Distráiganlos de querer obtener esa unión con su Salvador y de querer mantener esa conexión vital durante todo el día!"

"¿ Cómo haremos eso!?" gritaron sus demonios.

"Manténganlos ocupados en las cosas de la vida e inventen innumerables proyectos que ocupen sus mentes" -respondió- "tiéntenlos a gastar, gastar y gastar. Llévenlos a que se encuentren con la mayor cantidad de amigos posibles durante todos los días pero teniendo cuidado de que nunca hablen realmente de lo que les pasa, en lo posible traten de que solo se dediquen a criticar a los que no se encuentran con ellos. 

Y cuando vuelvan a sus casas háganles creer que es necesario conectarse a Internet por lo menos 2 horas por día. Hagan que crean que sus charlas por Whatsapp son profundas, con esto estaremos logrando que no se produzca un verdadero encuentro entre las personas. Sin duda las miradas comprensivas o los abrazos son grandes enemigos nuestros.

No dejen que pasen tiempos con sus familias. A medida que crean que sus familias son un estorbo y que sus padres no entienden nada, pronto sus hogares ya no serán un refugio para los problemas que les toca vivir y mucho menos un lugar de encuentro y descanso!

Sobre estimulen sus mentes para que no puedan escuchar esa pequeña voz que habla en lo hondo del corazón a través de la cual pueden, peligrosamente, encontrarse con Jesús y con ellos mismos, con sus verdaderos deseos y búsquedas. 

Tiéntenlos a que escuchen sus músicas siempre que puedan y al mayor volumen posible. A que estén siempre prendidos en sus casas los equipos de música, la tele, la Play, la compu, y si es posible todo a la vez, mejor. Esto tendrá ocupadas sus mentes  y debilitará esa unión con Cristo y con ellos mismos hasta romperlos.
Bombardeen sus mentes con noticias intrascendentes las 24hs.  Que crean que es más importante lo que les pasa a sus ídolos que lo que de verdad les  pasa a ellos mismos y a quienes quieren. Tenemos que lograr que les resulte más urgente ser "considerados" buenos amigos  que serlo realmente. Inunden sus buzones con correos, correos basuras, catálogos, y toda clase de folletos ofreciendo gratuitamente productos, servicios y falsas esperanzas.

Pongan modelos bellas y delgadas en las revistas y en la T.V. para que crean que la belleza exterior es lo único que importa. Háganles creer que "uno es la ropa que se pone". Apenas logremos que no sepan quienes son ni quienes quieren ser  y no les interese poner empeño para saberlo, habremos empezado a ganar la batalla. Genérenles la necesidad de hacer  dieta y de ir al gimnasio sólo por la apariencia. Nada mejor que lograr que crean que la moda los define. Y si es caro, mejor, la frustración tardará poco en llegar y de paso se pelearan encarnizadamente con sus padres creyendo que no los quieren si no les compran lo que se usa, cueste lo que cueste. Fomenten el desprecio hacia los que "no son como uno".

Fomenten grandes fiestas, regalos y gastos en fin de año para ocultar el verdadero significado de la Navidad. Ideal es que se olviden del verdadero sentido de la semana Santa. Hay que lograr que ni siquiera por un instante, recuerden que Dios los ama hasta dar la vida. Denles un conejo de Pascua para que no hablen sobre su resurrección y el poder sobre el pecado y la muerte. Si se dieran cuenta de este poder, sería para nosotros un golpe mortal.

Aún en sus horas de esparcimiento y distracción, háganlos que sean excesivos. Que regresen de divertirse agotados. Que no sean capaces de compartir un domingo con la familia o que si lo hacen lo hagan a desgano. Traten de que vuelvan borrachos, con la sensación de haberse divertido como nunca sin pensar en lo que esa diversión les puede costar a ellos y a otros. Tenemos que lograr que busquen la diversión por sobre la felicidad. Que crean que ser feliz es igual a pasarla bien. Que nunca descubran la felicidad de poder acompañar a otros o sentirse acompañados en el dolor.

Que estén demasiado ocupados o cansados como para poder salir a la naturaleza y reflexionar sobre la creación de Dios. Por el contrario, envíenlos sin parar a parques de diversiones, eventos deportivos, obras teatrales, recitales y al cine. 

¡Manténgalos ocupados, ocupados, ocupados!

¡Y cuando tengan reuniones de tipo espiritual, ayúdenlos a vivirlos de una manera puramente emotiva para que al no volver a repetirse se sientan defraudados por Dios.

Atesten sus vidas con tantos interesantes motivos que no tengan tiempo para buscar el amor y la compañía de Jesús. Pronto estarán trabajando con sus propias fuerzas, sacrificando su salud y su familia por el bien de la causa: que nadie nunca sea verdaderamente feliz ni quiera serlo.

¡Funcionará! ¡Funcionará!".

¡Era todo un plan! Los demonios se dispusieron animosos a sus tareas haciendo que los cristianos en todas partes se volviesen más ocupados, más superficiales y tuviesen que hacer las cosas más a prisa, yendo de aquí para allá. Teniendo poco tiempo para Dios o sus familias. Sin tiempo para hablar a otros acerca del amor de Dios manifestado en Jesús que cambia la vida."

3. Reflexión en silencio

Indicaciones: Preparar una copia para cada chicos de la guía para la reflexión personal que está abajo con el título "¿Ha tenido éxito el diablo con su plan?". Dejar 15 minutos más o menos para hacerla. Si se olvidaran de hacer copias, hagan la reflexión en forma oral, leyendo las preguntas y dejando espacio entre ellas para que los chicos respondan.

"¿Ha tenido éxito el diablo con su plan?"

Para ayudarte a pensar un poco... (podés escribir las respuestas en tu cuaderno)

    • ¿ Qué es lo que más te llamó la atención del texto?
    • ¿ Cuáles son las frases que podés relacionar con tu manera de vivir?
    • ¿Cuales son las cosas que vos sabés que te ayudan a permanecer y a crecer en tu relación con Dios, con los demás y con vos mismo?
    • ¿Les dedicas tiempo y corazón a esto?
    • ¿Tiene lugar en tu vida el silencio, la soledad, la reflexión? ¿y la oración?
    • ¿Es importante tu relación con Jesús? ¿le dedicás algún momento de tu día a relacionarte con él en la oración personal?
    • ¿Te das cuenta de la presencia de Dios en tu vida a través de las pequeñas y grandes cosas? ¿dedicas aunque sea un pequeño tiempo a tomar conciencia de esto?
    • ¿Te animas, dentro de lo posible, a elegir las cosas que querés hacer, como querés usar tu tiempo o frecuentemente te dejas llevar por otros sin pensar?

Como dice Santa Teresa: "Quién no hace 15 minutos de oración, no necesita demonio que lo tiente".

"El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de
mi, nada pueden hacer" Jn.15,5b

La celebración de los tiempos fuertes, como la Cuaresma y la Pascua, son oportunidades para recuperar, para nuestra vida cotidiana a lo largo de todo el año, aquellas cosas que nos ayudan en nuestra relación con Dios, con nosotros mismos y con los demás...y para aprovechar para reconciliarnos con Dios. No te olvides que el sacramento de la reconciliación es una linda oportunidad para volver a acercarnos a Dios y seguir creciendo en nuestra relación con él.

4.  Puesta en común 

Hacer una puesta en común acerca del texto que leyeron y la reflexión que hicieron, compartiendo las respuestas a las preguntas de la reflexión.

5.  Conclusión de ustedes catequistas 

Hagan una conclusión hablando un poco acerca de la Cuaresma y cerrando el tema. La celebración de los tiempos fuertes, como la Cuaresma y la Pascua, son oportunidades para recuperar, para nuestra vida cotidiana a lo largo de todo el año, aquellas cosas que nos ayudan en nuestra relación con Dios, con nosotros mismos y con los demás...y para aprovechar para reconciliarnos con Dios. No te olvides que el sacramento de la reconciliación es una linda oportunidad para volver a acercarnos a Dios y seguir creciendo en nuestra relación con él.

Leer Jn 15, 1-11, resaltando “Permanezcan en mi amor”.

Terminar haciendo la siguiente oración frente al sagrario. Preparar una copia para cada chico. Distribuir las partes entre los chicos.

Oración para Cuaresma

1. Ayúdame a hacer silencio, Señor,
quiero escuchar tu voz.
Toma mi mano,
guíame al desierto,
que nos encontremos a solas, vos y yo.
Necesito contemplar tu rostro,
me hace falta la calidez de tu voz,
caminar juntos...
callar para que hables vos.

2. Me pongo en tus manos,
quiero revisar mi vida,
descubrir en qué tengo que cambiar,
afianzar lo que anda bien,
sorprenderme con lo nuevo que me pedís.

3. Ayúdame a dejar a un lado las corridas,
las preocupaciones que llenan mi cabeza,
barre mis dudas e inseguridades,
ayúdame a archivar mis respuestas hechas,
quiero compartir mi vida
y revisarla a tu lado.
Ver donde "aprieta el zapato"
para apurar el cambio.

4. Me tienta la seguridad, el "saberlas todas",
tenerla "clara", no necesitarte,
total tengo todas las respuestas.

5. Me tienta el estar siempre activo.
Hay que hacer, hacer y hacer.
Y me olvido del silencio,
aflojo en la oración,
¿leer la Biblia?,
para cuando haya tiempo...

6. Me tienta la incoherencia.
Hablar mucho y hacer poco.
Mostrar facha de buen cristiano,
pero adentro,
donde vos y yo conocemos,
tener mucho para cambiar.

7. Me tienta ser el centro del mundo.
Que los demás giren a mi alrededor.
Que me sirvan en lugar de servir.

8. Me tienta la falta de compromiso.
Es más fácil pasar de largo
que bajarse del caballo
y hacer la del samaritano.
¡Hay tantos caídos a mi lado, Señor,
y yo me hago el distraído!

9. Me tienta la falta de sensibilidad,
no tener compasión,
acostumbrarme a que otros sufren
y tener excusas, razones, explicaciones...

10. Me tienta el separar la fe y la vida.
Me tienta el mirar la realidad
sin la mirada del Reino.

11. Me tienta el tener tiempo para todo
menos para lo importante.
Y lamentarlo pero no hacer nada para cambiarlo.

12. Me tienta, Señor, el desaliento,
lo difícil que a veces se presentan las cosas.
Me tienta la desesperanza.
Me tienta el dejarlo para mañana,
cuando hay que empezar a cambiar hoy.

13. Me tienta creer que te escucho
cuando escucho mi voz.
¡Enséñame a discernir!
Dame luz para distinguir tu rostro.

14. Llévame al desierto, Señor,
despójame de lo que me ata,
sacude mis certezas
y pon a prueba mi amor.

15. Para empezar de nuevo,
humilde, sencillo,
con fuerza y Espíritu
para vivir fiel a Vos. Amén.

Recuerden:

Refrescar en los chicos la información sobre:

Ficha 32 (Retiro de Cuaresma)

Fecha estimadaVer calendario

Comenzar rezando todos juntos la "Oración para Cuaresma", que está el final de la ficha anterior.

Preparación a la Confesión de Cuaresma

Preparar copias y entregar a los chicos. La primera parte es para que hagas una introducción acerca de la Confesión en general.  La segunda parte es para que expliques los pasos del rito de la confesión y la tercera es la guía para que los chicos hagan un profundo examen de conciencia.

1. Introducción del catequista

Leer el Evangelio: Jn 3,19-21

Enseña San Agustín, comentando Jn 3,19-21:

Hermanos míos, ¿Cómo algunos han practicado la verdad y llegado a la luz? ¿Cómo algunos han hecho la buena obra de venir a la luz, es decir, a Cristo, y cómo algunos amaron las tinieblas? ¿Qué significa esto? 

Muchos han amado sus pecados y muchos han confesado sus pecados. Quien confiesa sus pecados y acusa sus pecados ya obra con Dios. Dios acusa tus pecados; si también tú los acusas, te unes con Dios. 

Son como dos realidades el hombre y el pecador. Al hombre, Dios lo hizo; al pecador, ese mismo hombre lo hizo. Destruye lo que hiciste para que Dios salve lo que hizo. Es preciso que odies en ti tu obra y ames en ti la obra de Dios. Ahora bien, cuando empiece a disgustarte lo que hiciste, a partir de entonces empiezan tus obras buenas, porque acusas tus obras malas. El inicio de las obras buenas es la confesión de las obras malas. 

No sucedería que te desagrada tu pecado, si Dios no te iluminase y su verdad no te lo mostrase. Pero quien, aún amonestado, ama sus pecados, odia la luz amonestadora y huye de ella, para que no sean acusadas sus malas obras que ama. Quien, en cambio, hace la verdad, acusa en sí mismo sus males, no se tiene consideración, para que Dios le perdone; porque él mismo reconoce lo que quiere que Dios perdone, no se perdona, y viene a la luz, a la que da gracias por haberle mostrado lo que él había de odiar en sí mismo.

(Ver San Agustín, Tratados sobre el Evangelio de San Juan, 12, 13).

¿Qué es la Confesión?

La Confesión o Reconciliación es el Sacramento mediante el cual Dios nos perdona los pecados cometidos después del Bautismo para recuperar la vida de gracia, es decir, la amistad con Dios. Se le denomina sacramento de la conversión porque realiza sacramentalmente la llamada de Jesús a la conversión, la vuelta al Padre del que el hombre se había alejado por el pecado (Parábola del Hijo Pródigo: Lc 15,11-24) [Ver CIC 1423a].

Es el derecho del hombre a un encuentro más personal con Cristo crucificado que perdona, con Cristo que dice, por medio del ministro del sacramento de la Reconciliación: “tus pecados te son perdonados” (Mc 2,5); “vete y no peques más” (Jn 8,11)» (RH 20)

¿En qué momentos nos debemos confesar?

Debemos confesar, al menos una vez la año (preferentemente durante el tiempo de cuaresma), fielmente nuestros pecados graves (ver DS 1683; 1708). Y si tenemos conciencia de hallarnos en pecado grave, no debemos comulgar el Cuerpo del Señor sin acudir antes a la confesión sacramental (ver DS 1647, 1661) a no ser que concurra un motivo grave y no tengamos posibilidad de confesarnos; y, en este caso, tengamos presente que estamos obligados a hacer un acto de contrición perfecta, que incluye el propósito de confesarnos cuanto antes.

Sin sernos estrictamente necesaria, la confesión de los pecados veniales, sin embargo, se nos recomienda vivamente por la Iglesia (ver DS 1680). En efecto, la confesión habitual de los pecados veniales nos ayuda a formar nuestra conciencia, a luchar contra nuestras malas inclinaciones, a dejarnos curar por Cristo, a progresar en nuestra vida en el Espíritu. Cuando la recibimos con frecuencia, mediante este sacramento, el don de la misericordia del Padre, nos vemos impulsados a ser nosotros también misericordiosos (ver Lc 6,36). (CIC 1457-1458)

¿Cuál es la diferencia entre pecado mortal y pecado venial?

La terminología viene desde el Antiguo Testamento. 

Para unos pecados, los cometidos con deliberación [Leer Núm 15,30], las diversas formas de impudicia [Leer Lev 18,26-30], idolatría [Leer Lev 19,4], y culto a los falsos dioses [Leer Lev 20,1-7], se declaraba que el culpable debía ser «eliminado de su pueblo», lo que podía también significar ser condenado a muerte [Leer. Ex 21,17]. 

En cambio otros pecados, los cometidos por ignorancia, eran perdonados mediante un sacrificio [Leer. Lev cap. 4; cap. 5; Núm 15,22-29]. 

Refiriéndose también a estos textos, la Iglesia, desde hace siglos, constantemente habla de pecado mortal y de pecado venial. 

Pero esta distinción y estos términos se esclarecen sobre todo en el Nuevo Testamento, donde se encuentran muchos textos que enumeran y reprueban con expresiones duras los pecados particularmente merecedores de condena [Leer Mt 5,28; 6,23; 12,31-32; 15,19; Mc 3,28-30; Rom 1,29-31; 13,13; Sant cap. 4], además de la ratificación del Decálogo hecha por el mismo Jesús [Leer Mt 5,17; 15,1-10; Mc 10,19; Lc 18,20].

Esta doctrina basada en el Decálogo y en la predicación del Antiguo Testamento, recogida en el Kérigma de los Apóstoles y perteneciente a la más antigua enseñanza de la Iglesia que la repite hasta hoy, tiene una precisa confirmación en la experiencia humana de todos los tiempos. 

Pecados veniales

Sabemos bien, por experiencia, que en el camino de fe y justicia que nos lleva al conocimiento y al amor de Dios en esta vida y hacia la perfecta unión con él en la eternidad, podemos detenernos o distanciarnos, sin por ello abandonar la vida de Dios; en este caso se da el pecado venial, que, sin embargo, no deberemos atenuar como si automáticamente se convirtiera en algo secundario o en un «pecado de poca importancia» [Compará con el hijo que en la parábola se quedó con el padre]. Porque el pecado venial (CIC 1863): 

  • debilita la caridad;
  • expresa un apego desordenado a bienes creados;
  • impide el progreso del alma en el ejercicio de las virtudes y la práctica del bien moral;
  • merece penas temporales. 

Así, el pecado venial deliberado y que permanece sin confesarse, nos dispone poco a poco a cometer pecado mortal. 

Pecados mortales

Pero sabemos también, por una experiencia dolorosa, que mediante un acto consciente y libre de nuestra voluntad podemos volvernos atrás, caminar en el sentido opuesto al que Dios quiere y alejarnos así de Él (aversión a Dios), rechazando la comunión de amor con Él, separándonos del principio de vida que es Él, y eligiendo, por lo tanto, la muerte (ver RP 17) [Compará con el hijo que en la parábola abandonó la casa].

Para que el pecado sea mortal se requieren entonces tres condiciones simultáneas (CIC 1857-1860):

  1. Que se falte a los mandamientos según la respuesta de Jesús al joven rico: “No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes testimonio falso, no hagas fraude, honra a tu padre y a tu madre” (Mc 10, 19).
  2. Que se conozca el carácter pecaminoso de la falta, o sea, su oposición a la Ley de Dios. 
  3. Que haya consentimiento suficientemente deliberado para que la elección sea personal. El pecado de malicia, es decir, de deliberada elección del mal, es gravísimo.

El pecado mortal, si no es rescatado por la confesión y el perdón de Dios, produce la exclusión del Reino de Cristo y la muerte eterna, o sea, el infierno.


¿Qué tenemos que hacer antes de la Confesión?

Antes de confesarnos tenemos que preparar nuestra Confesión, pensando en los pecados que cometimos y rezar pidiendo "un dolor del alma y una detestación del pecado cometido con la resolución de no volver a pecar". Esta preparación se hace mediante un "examen de conciencia" a la luz de la Palabra de Dios, como lo hicimos en la Ficha 29 y como lo haremos ahora.

2. Ritual del sacramento de la Confesión

La Penitencia, como todos los sacramentos, es una acción litúrgica. Ordinariamente los elementos de su celebración son (ver CIC 1480): 

1) Acogida del penitente, [lectura de la Palabra de Dios], y exhortación al arrepentimiento.

El sacerdote debe recibir a quien acude a él con la misma actitud del padre del hijo pródigo, que corre al encuentro de su hijo arrepentido en cuanto lo ve de lejos. Los sacerdotes deben prepararse para desempeñar este ministerio, conscientes de representar a Cristo que, en la parábola, nos descubre el rostro del Padre celestial que hace fiesta y se alegra por el que retorna a él (ver Lc 15,11-32).

Después de haber sido recibido, hacé la señal de la cruz diciendo: «En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» 

El sacerdote te va invitar a confiar en Dios, con palabras semejantes a estas: "Dios, que hizo brillar su luz en nuestros corazones, te dé la gracia de reconocer con sinceridad tus pecados y su misericordia". Respondé: "Amén". Continua diciéndole hace cuánto fue tu última confesión.

2) La confesión de los pecados al sacerdote.

La confesión de los pecados no surge solo por iniciativa nuestra. En verdad, se fundamenta en la gracia de que hemos escuchado la palabra de Dios, dando como resultado el sentirnos animados al arrepentimiento y a la contrición.

No se trata simplemente, por tu parte, de que pronuncies en voz alta una lista de pecados en el vacío, como si nadie estuviera presente. Te confiesas delante del sacerdote. Al sacerdote, por su parte, se le pide que entre en profunda relación con quien se confiesa. Esto hace posible tu encuentro con Cristo a través del sacerdote.

Confiesa tus pecados. Indica cuáles son tus pecados, sin vueltas, y si son pecados mortales, debes decir todos y cada uno de los que recuerdes. Sé sincero. Es Dios el que te perdona, el sacerdote es el puente que te une a Dios.

3) La imposición y la aceptación de la penitencia.

Después que hayas confesado los pecados, el sacerdote te va a proponer una obra de penitencia para que repares lo que has lesionado y te cures con el remedio opuesto al mal que te aqueja. Por eso la penitencia que te puede corresponder puede consistir en que reces una oración, en que des una ofrenda, en que hagas obras de misericordia, en que des un servicio al prójimo, en que te prives de algo voluntariamente, en que hagas sacrificios, etc (ver CIC 1460).

4) La oración del penitente y la absolución del sacerdote. 

Después el sacerdote continuará su diálogo contigo invitándote a que manifiestes tu propósito de realizar la reparación y las obras de penitencia mediante una oración, por ejemplo, el "Pésame" o la oración con las palabras que el hijo pródigo dirige al padre nada más llegar a casa: «Padre, he pecado contra ti, ya no merezco llamarme hijo tuyo. Ten compasión de este pecador». Alentado por la parábola a no tener miedo y animado a la contrición, manifestá la conversión del corazón pronunciando las palabras del hijo, que retorna con fe a la casa paterna.

En la oración a Dios, expresa la contrición y pide misericordia. La inmediata respuesta a esta súplica se te dará rápidamente por parte de Dios, a través del ministerio del sacerdote.

El sacerdote extenderá las manos sobre tu cabeza y comenzará a pronunciar las palabras de absolución. Las manos extendidas indican que la misericordia de Dios -invisible, pero inmensamente poderosa y presente- va a irrumpir sobre ti que te arrepentiste.

El sacerdote terminará dirigiéndose directamente a ti y haciendo la señal de la cruz, va a decir: «Yo te absuelvo de tus pecados, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo». Con las palabras: «Yo te absuelvo», el sacerdote manifiesta que actúa in nombre de Cristo.

Así, Dios Padre te recibirá como hijo que regresa; Cristo te colocará sobre sus hombros como a la oveja perdida, y el Espíritu Santo te santificará de nuevo como su templo y te habitará más plenamente.

5) Acción de gracias y la despedida del penitente.

La despedida no es otra cosa que la forma ritual del envío de Cristo mismo: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo», dice el Señor Resucitado a sus discípulos (ver Jn 20,21). Esto es lo que se hace en el rito de la Penitencia con las palabras: «El Señor ha perdonado tus pecados. Vete en paz», o bien: «Vete en paz y anuncia a los hombres las maravillas de Dios, que te ha salvado». El sacerdote las pronuncia como ministro de Cristo.

2. Guía para el examen de conciencia (prepará copias para c/u)

(1) Lee lo que nos dice Dios en su Palabra: Fil. 4, 4-7 y 1Jn 18-22.

(2) Buscá un lugar para estar tranquilo, a solas frente a Dios Trino que te ama. Y repetí varias veces esta oración: 

“Me pongo ante ti, Dios Padre, recíbeme y dirígeme, me pongo ante ti, Dios Espíritu Santo, ilumína mi fe, me pongo ante ti, Dios Hijo, vive y crece en mi”.

(3) Agradecé lo que has recibido. Recordá lo vivido desde tu última confesión, dejando que nuestro Padre bueno te lleve de la mano para revivir algunos hechos, personas con las que has hablado, momentos que has vivido...

Agradecé por las palabras recibidas, por el gesto generoso; agradecé por lo recibido: cada día de tu vida, tu familia, tus amigos, tus estudios, tus afectos... todo lo que has recibido de Dios.

Date tiempo para esto, recorré el pasado y agradecé por las cosas concretas. Tomá conciencia de la presencia de Dios en tu vida a través de todo esto.

(4) Pedí apertura, luz y fuerza. Pedí al Padre generoso su gracia; pedí porque sin su ayuda no sos capaz. Repetí varias veces la siguiente oración: 

Padre nuestro, te pido por mí, para ser mas abierto a tu amor y a mi misión; te pido vencer mi egoísmo, vencer mi comodidad, y ser más entregado a tus cosas. Te pido hacer ahora tu voluntad”.

(5) Examiná tus acciones y tus actitudes, poniéndote bajo el juicio de la Palabra de Dios:

  • 1. No adorarás a ningún otro dios que no sea Dios nuestro Señor.
        • ¿Amo a Dios sobre todas las personas, incluso más que a mi mismo?
        • ¿El placer y el dinero se han vuelto más importantes para mí que Dios?
        • ¿Hice oración diariamente? ¿Descuidé mi amistad con Dios no hablándole en la oración?
        • ¿Participé en prácticas o cultos no católicos, por ejemplo, adivinación, el satanismo, el budismo, el espiritismo, el horóscopo, la astrología, la lectura de manos, los ‘mediums’, el ocultismo, la magia, la hechicería, la umbanda, el payé, los amuletos, la Muerte y el Gauchito?
        • ¿Recibí la Sagrada Comunión estando en pecado mortal?
        • ¿Mentí en la confesión u omití deliberadamente confesar algún pecado mortal?
    2. No tomarás el nombre de Dios en vano.
        • ¿Juré en falso, es decir, mentí bajo juramento ante un tribunal de justicia?
        • ¿Alguna vez mentí después de “jurar por Dios” que estaba diciendo la verdad?
        • ¿Alguna vez pronuncié el nombre de Dios cuando estaba enojado/a, en una palabrota?
    3. Santificarás las fiestas.
        • ¿No asistí a la Santa Misa a propósito el sábado por la tarde o el domingo?
        • ¿No asistí a Misa en una fiesta de precepto o en una fiesta importante del calendario litúrgico (es decir, Jueves Santo, Viernes Santo, Domingo de Pascua, Navidad, Santa María Madre de Dios, etc.)?
    4. Honrar padre y madre.
        • ¿Desobedecí a mis padres y abuelos en las cosas buenas que me pidieron hacer y en las males que me pidieron no hacer?
        • ¿Les falté el respeto debido a la misión que tienen conmigo?
        • ¿Les insulté?
        • ¿Respondí con amor a su amor?
        • ¿Les mentí?
        • ¿Les robé?
        • ¿Obedecí en lo bueno y respeto a quienes tiene un rol materno / paterno, como por ejemplo los maestros?
        • ¿Me ausenté a clases?
        • ¿Mentí a mis maestros? 
        • ¿Les insulté?
    5. No matarás.
        • ¿Usé o vendí drogas como, por ejemplo, marihuana?
        • ¿Abusé de la comida, del alcohol, del tabaco, de las medicinas o de la velocidad?
        • ¿Me sometí a un aborto?
        • ¿Aconsejé a alguien para que se practique un aborto?
        • ¿Defendí el derecho a la vida de los niños por nacer o me he limitado a aceptar la mentalidad de la sociedad anti-vida?
        • ¿Utilicé medicamentos abortivos (pastillas, DIU, etc.) o alenté a alguien para que los utilizara?
        • ¿Me esterilicé de algún modo (implante, ligadura, etc,) o alenté a alguien para que lo hiciera?
        • ¿Participé en una eutanasia o estuve de acuerdo con ella?
        • ¿He arruinado la reputación de una persona por hacer circular rumores en forma deliberada o por mantenerlos vivos transmitiéndoselos a otros?
        •  ¿Herí, amenacé, intimidé, ejercí violencia física o moralmente con alguien?
        • ¿Albergué ira u odio contra una persona?
        • ¿Guardé rencor?
        • ¿Me negué a perdonar?
        • ¿Maldije a alguien?
        • ¿Intenté quitarme la vida?
    6. No cometerás adulterio.
        • ¿He mantenido relaciones sexuales indebidas, es decir, con alguien con quien no estoy casado por Iglesia?
        • ¿He practicado algún método o técnica para disfrutar del sexo indebidamente, es decir, evitando asumir la posibilidad de procrear?
        • ¿He hecho masturbación conmigo mismo o con otros?
        • ¿Alguna vez usé la pornografía o la prostitución?
        • ¿Alguna vez tuve pensamientos pornográficos de manera libre y deliberada?
        • ¿Alguna vez expuse a la pornografía a otros?
        • ¿Soy recatado/a con la vestimenta?
        • ¿Me faltó pudor y discreción en la elección de mi vestimenta?
        • ¿Mostré o eroticé partes de mi cuerpo que deben permanecer ocultas por la dignidad de las personas?
        • ¿Hice pública una confidencia íntima por internet u otros medios?
    7. No robarás.
        • ¿Les robé a mis padres?
        • ¿Hice gastos excesivos?
        • ¿Les robé a mis amigos?
        • ¿Alguna vez robé algo a un extraño?
        • ¿Alguna vez robé algo en un negocio?
        • ¿Dañé la propiedad privada de otros o la pública?
        • En otras palabras, ¿alguna vez tomé algo que pertenece a otra persona por legítimo derecho?
        • ¿Hice apuestas?
        • ¿Busqué compartir lo que tengo con los pobres y necesitados?
    8. No levantarás falso testimonio contra tu prójimo.
        • ¿Dije algo falso con intención de engañar a alguien que tenía derecho a conocer la verdad?
        • ¿Reparé la mentira de la que fui perdonado?
        • ¿Revelé una verdad a quien no tenía derecho a conocerla?
        • ¿Fui culpable de calumnia, es decir, de divulgar mentiras sobre otras personas?
        • ¿Anduve con chismes sobre otras personas?
        • ¿Di a conocer información que debía quedar ser confidencial?
        • ¿Fui falso/a, es decir, aparenté ser un tipo de persona que no soy?
        • ¿Oculté mi fe ante los demás?
        • ¿Ayudé a culpar a un inocente o a disculpar a un culpable?
        • ¿Fui cómplice de otro que realizó actos maliciosos o tuvo una conducta perversa?
        •  ¿Ridiculicé a alguien caricaturizándolo de manera malévola?
    9. y 10. No codiciarás a la mujer de tu prójimo ni a los bienes ajenos.
        • ¿Fui envidioso/a de otras personas?
        • ¿Deseé que se prive a otras personas de sus bienes o talentos?
        • ¿Fui celoso de otras personas?
        • ¿No perdoné a otras personas o les guardé rencor?
        • ¿Fui resentido/a?
        • ¿Menosprecié a los demás?.

(6) Pedí perdón por tu falta de amor. Pedí perdón por todas aquellas negaciones del Señor que has hecho y que han obstaculizado la acción de su amor en el mundo. Pedí confianza y sinceridad, como cuando “un amigo habla a otro amigo”. 


Para tu preparación como catequista

Posibles preguntas de los chicos y algunas respuestas.

Estudiar del CIC: 1422-1498.

¿Cada cuánto tiempo debo confesarme?

La confesión es uno de los siete sacramentos instituidos por Jesús. Tiene la función de perdonarnos nuestros pecados y dejar nuestra alma reconciliada con Dios Trino, es decir, en gracia. Para poder recibir el Cuerpo de Cristo uno debe estar en gracia de Dios, es decir, no tener conciencia de haber cometido un pecado mortal desde la última confesión bien hecha. Si uno está en gracia, es decir, no tiene conciencia de haber realizado ninguna acción grave en contra de los mandamientos de Dios y de los preceptos de la Iglesia, entonces puede comulgar sin necesidad de confesarse previamente, aunque la Iglesia recomienda la confesión frecuente de los pecados veniales (puede ver lo que dice al respecto el Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1458).
Por el contrario, "todo fiel llegado a la edad de 7 años debe confesar, al menos una vez al año, los pecados mortales de que tiene conciencia". Es obligatorio hacerlo por lo menos en Semana Santa para cumplir el precepto de la Comunión pascual. El precepto de confesar al menos una vez al año no se cumple si la confesión es voluntariamente nula (sacrílega) puesto que no se obtendría el fin buscado por la Iglesia.
Asimismo es obligatorio confesarse siempre que se haya cometido un pecado mortal y se quiera comulgar el Cuerpo de Cristo: “Quien tenga conciencia de hallarse en pecado grave que no comulgue el Cuerpo del Señor sin acudir antes a la confesión sacramental a no ser que concurra un motivo grave y no haya posibilidad de confesarse; y, en este caso, tenga presente que está obligado a hacer un acto de contrición perfecta, que incluye el propósito de confesarse cuanto antes”.
Los niños deben acceder al sacramento de la Confesión antes de recibir por vez primera la Sagrada Comunión (ver Catecismo, n. 1457).
Finalmente, téngase en cuenta que el sacramento de la penitencia o confesión, no sólo nos perdona los pecados, sino que también tiene otros efectos como el darnos fuerza en la lucha contra la tentación, robustecernos para que no volvamos pecar y hacernos misericordiosos. Por esta razón se recomienda "vivamente" (Catecismo, n. 1458) la confesión frecuente.

¿Por qué debo confesarme ante un sacerdote?

Porque así lo instituyó Jesucristo. «A quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados» (Jn. 20,23).
Algunos dicen "Yo me confieso a Dios directamente"; por ejemplo. los protestantes. Pero esto no basta.  Porque Jesús ha dicho a sus apóstoles: «A quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados» (Jn. 20,23).  Con estas palabras autoriza y confía Jesús la práctica de la confesión sacramental a los sacerdotes. Y la historia del sacramento de la penitencia es la expresión progresiva de esta toma de conciencia en la Iglesia.
¿Por qué Cristo ha elegido esta forma de perdón? Dios se complace en actuar a través de intermediarios: así actúa en el nacimiento, la cultura, el bautismo, la educación religiosa... Haciéndose nuestro confidente, el otro –el sacerdote– nos representa sensiblemente al Otro –Dios– Y ese diálogo con él aviva nuestra fe.
Algunos piensan que es difícil confiarse a una tercera persona. Sin embargo, hay en el hombre un deseo innato de confiarse a alguien. A falta de confesarse a un sacerdote, uno se confía al primero que llega. El éxito de los psiquiatras, psicólogos y consejeros de todo tipo se explica por esta necesidad (Mons. Gouyon).

¿Pero no es el sacerdote también un pecador? 

Su absolución sigue siendo válida. «Cuando Pedro bautiza es Jesús quien bautiza. Cuando Judas bautiza es Jesús quien bautiza» (San Agustín).
¡El que absuelve siempre es Cristo! En Él es el Padre quien acoge a su hijo y lo estrecha contra su corazón (Lc 15,11-32).
Algunos objetan  también que "hay personas que se confiesan y no valen mas que los demás". Pero, ¿qué sería de ellas sin la confesión? El Padre Foucauld, pese a sus dudas, aceptó en una ocasión confesar sus pecados. A partir de entonces su fe se fortaleció y su vida sufrió una profunda transformación.
Cada vez se comulga más... y se confiesa menos. Las faltas graves parecen no ser un obstáculo para la comunión. No olvidemos la solemne advertencia de San Pablo: «El que come el pan y bebe del cáliz del Señor indignamente, come y bebe su propia condenación» (1Co 11,27-29).

¿Por qué debemos confesarnos antes de comulgar?

El Catecismo (n. 1384) nos recuerda que "El Señor nos dirige una invitación urgente a recibirle en el sacramento de la Eucaristía: 'En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su  sangre, no tendréis vida en vosotros' (Jn 6, 53)".
Pero también nos dice a continuación (n. 1385): "Para responder a esta invitación, debemos prepararnos para este momento tan grande y santo. San Pablo exhorta a un examen de conciencia: 'Quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma entonces del pan y beba del cáliz. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo' (1 Co 11, 27-29). Quien tiene conciencia de estar en pecado mortal debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar".
Es erróneo decir que “si Dios nos quiere tal como somos, ¿por qué debemos confesarnos?”  Dios nos quiere santos. Jesucristo no comenzó su predicación diciendo "quédense como están porque yo los acepto así", sino: "convertíos y creed en el Evangelio" (Mc. 1, 15). Y dio su vida por nosotros en la Cruz para que cambiásemos de vida. Si Dios nos quiere a todos tal como somos, debemos respetar a los ladrones y a los homicidas porque Dios los quiere tal como son, ¿quiénes somos nosotros para obligarlos a cambiar o para meterlos en la cárcel?
San Pablo mismo dice (y está citado en el texto del Catecismo) que quien come el Cuerpo o la Sangre de Cristo "indignamente" será reo y come y bebe su propio castigo.
Por esta razón añade el Catecismo (n. 1386): "Ante la grandeza de este sacramento, el fiel sólo puede repetir humildemente y con fe ardiente las palabras del Centurión: 'Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme'. En la Liturgia de san Juan Crisóstomo, los fieles oran con el mismo espíritu: A tomar parte en tu cena sacramental invítame hoy, Hijo de Dios: no revelaré a tus enemigos el misterio, no te daré el beso de Judas; antes como el ladrón te reconozco y te suplico: ¡Acuérdate de mí, Señor en tu reino!".

¿Puede revelar algo el sacerdote que me confiesa?

El Código de Derecho Canónico, canon 983,1 dice: “El sigilo sacramental es inviolable; por lo cual está terminantemente prohibido al confesor descubrir al penitente, de palabra o de cualquier otro modo, y por ningún motivo”.
En el Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1467: “Dada la delicadeza y la grandeza de este ministerio y el respeto debido a las personas, la Iglesia declara que todo sacerdote que oye confesiones está obligado a guardar un secreto absoluto sobre los pecados que sus penitentes le han confesado, bajo penas muy severas. Tampoco puede hacer uso de los conocimientos que la confesión le da sobre la vida de los penitentes. Este secreto, que no admite excepción, se llama ‘sigilo sacramental’, porque lo que el penitente ha manifestado al sacerdote queda ‘sellado’ por el sacramento”.
El sigilo obliga a guardar secreto absoluto de todo lo acusado en orden a la absolución, aunque no se obtenga tal absolución o la confesión resulte inválida.
En cambio, no es sacramental y por tanto no impone obligación de sigilo la confesión que se hace para engañar al confesor, sacarle dinero, burlarse, o por cualquier otro motivo.
El sigilo obliga por derecho natural (en virtud del cuasi contrato establecido entre el penitente y el confesor), por derecho divino (en el juicio de la confesión, establecido por Cristo, el penitente es el reo, acusador y único testigo; lo cual supone implícitamente la obligación estricta de guardar secreto) y por derecho eclesiástico (Código de Derecho Canónico, c. 983). Así el sigilo sacramental no puede quebrantarse jamás bajo ningún pretexto, cualquiera que sea el daño privado o público que con ello se pudiera evitar o el bien que se pudiera promover; obliga incluso a soportar el martirio antes que quebrantarlo, como fue el caso de San Juan Nepomuceno. Aquí debe tenerse firme lo que afirmaba Santo Tomás: “lo que se sabe bajo confesión es como no sabido, porque no se sabe en cuanto hombre, sino en cuanto Dios” (In IV Sent., 21,3,1).

Fuente: P. Miguel Ángel Fuentes, www.teologoresponde.com.ar

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